BaBa (por Aldo Astete Cuadra).
No sabía bien qué hacer. Sin anticiparlo, cayó un manto que cubrió las formas a su alrededor, perdiéndolo. Si bien, le advirtieron que en los Barrios Bajos existe una niebla maldita, capaz de licuarse en los pulmones como una baba espesa, él pensó que era una tontería, algo para asustar a un recién llegado, por lo que lo desestimó.
Intentó avanzar, pero inmediatamente supo que sería un despropósito. Ahí se quedó, junto a lo primero que logró asir, un árbol. Pasó el tiempo, no se oía nada, como si la niebla también cubriera los sonidos.
Se le ocurrió llamar, alzar la voz, y esperó, tuvo la sensación de que las ondas sonoras se apagaban por lo que no habría respuesta. Eso le causó la primera alarma urgente. Inmediatamente, sintió que la niebla se espesaba, lo asfixiaba, mientras más desesperadamente intentaba respirar, más se ahogaba.
Así la niebla se le colaba por sus vías respiratorias, la sentía en sus ojos, en los oídos, en su piel, como una baba pegajosa. Recordó que cuando niño pensaba en lo agradable que debería ser estar al interior de una nube, ahora supo que nada es lo que parece. Se ahogaba irremediablemente.
Ya no pudo sostenerse en pie, primero quedó de rodillas, luego se ovilló, cerró los ojos, se entregó a la tibieza de lo que él sintió, era volver a la semilla.